Por Carlos Rivero
La mayoría de los países desarrollados o emergentes, miden a
través de indicadores de gestión social la inclusión y desarrollo humano,
mejorando el acceso de calidad a la educación, salud, seguridad, vivienda,
alimentación y salarios dignos, ofreciendo felicidad a todo un pueblo.
Para el logro de los objetivos y metas necesarias para
alcanzar los niveles óptimos de ingreso y así tener recursos para la inversión económica
en todos estos sectores, es necesario la producción de bienes y productos de
ser posible de manufactura local, para el uso y transformación de las materias
primas que nos regala bondadosamente la naturaleza.
Gracias a Dios, Venezuela cuenta en abundancia de muchos
recursos naturales que nos proporcionan las materias primas necesarias para el
autoabastecimiento logrando la tan sonada pero nunca alcanzada soberanía de productos
y servicios necesarias para una subsistencia sostenible, pero lamentablemente
producto de la mala gerencia, falta de experiencia, burocracia y corrupción,
esto es posible en nuestra República Bolivariana a pesar de contar con una masa
trabajadora joven capaz de asumir el reto.
El actual modelo político del socialismo del siglo XXI, no
ayuda en nada a la ejecución de procesos certeros que mejoren los empobrecidos
indicadores sociales actuales, llevando a un país a través de la mentira de una
fantasía de prosperidad a la mayor precariedad y hambruna jamás visto en los
tiempos modernos, al contrario nos lleva a sumergirnos en la más catastrófica pobreza
que se ha vivido y lo único bueno que ha hecho los gobernantes de turno es la
repartición equitativa de la miseria, donde ya se observa hasta niños y adultos
hurgando en la basura para comer sin importar los daños sanitarios que en su
cuerpo ocurre; donde la gente honorable vive un toque de queda nocturno de
facto por terror a la inseguridad; donde
hay que rezar todos los días para no enfermarnos y no vivir el suplicio de no
conseguir medicinas; donde ya la gente se está acostumbrando a vivir y convivir
en colas para conseguir el pan nuestro de cada día; donde no hay ofertas de
empleo y el salario es insuficiente para cubrir la cesta básica oficial.
Ya son más de 18 años con este proyecto político en ejecución
que todavía no muestra los frutos tangibles e inclusive el futuro es incierto a
tal punto que lo único que exportamos es talento humano de calidad, donde son aprovechados
por otras naciones sobre todo en educación, salud y petróleo. Solo cambiando el
actual sistema político nos enrumbaríamos a caminos distinto tanto en lo
político, económico y social, donde nos enfoquemos en la educación de calidad como
motor y engranaje de estos ejes, adaptándonos a la sociedad global del conocimiento y el aprendizaje.
TODOS UNIDOS EN LA LUCHA, POR UNA VENEZUELA MEJOR
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