El desarrollo de la educación superior en Venezuela está profundamente vinculada al poder de los gobiernos de turno, entonces, observamos un fenómeno donde el proceso de la educación superior no solo es utilizado como mecanismo de escalamiento o superación sino también como termómetro social de las políticas implementadas. Las Universidades jugaban un muy importante papel en la llamada IV República para el progreso de los ciudadanos permitiendo con esfuerzo salir de la clase menos pudiente y llegar a la tan añorada clase media, o como mecanismo de medición de los indicadores de gestión pública de los distintos ministerios sobre todo los que estaban orientados al impacto social.
Las instituciones educativas con el resguardo de la tan sonada autonomía universitaria, no están atadas a las decisiones partidistas, sino a dar respuestas a las necesidades de la sociedad para buscar alcanzar niveles altos de conocimiento y así conseguir la resolución de problemas de carácter estratégicos, en los distintos contextos del desarrollo económico, político y social; por este motivo siempre han sido incómodos para los que llevan el poder, ya que por ser instituciones que promueven el pensamiento crítico para el bienestar colectivo, estas siempre busca lo mejor a través de la crítica constructiva, muy bien vista en los países desarrollados o emergentes, donde las academias, universidades e instituto de investigación juegan un papel protagónico en la toma de decisiones importante de carácter regional.
Hoy día, el gobierno nacional en busca de tomar el poder de decisión dentro de las universidades se han gestados mecanismos a través de leyes, como la creación de nuevas instituciones con presupuestos altos pero con una calidad muy poco valorada por las organizaciones encargadas de cuantificar dicha calidad, pero con la finalidad de mostrar que si siguen con sus políticas podrán obtener más presupuesto, esto ha causado un grave problema de funcionamiento para el deterioro de la extensión, postgrados e investigación, negando el presupuesto necesario y ahogando poco a poco las universidades tradicionales con mayor ranking nacional e internacional.
Debido a la crisis que vivimos actualmente, las presiones se han incrementado en deterioro de la cantidad de alumnos que quieren realizar estudios de tercer y cuarto nivel, tan importante para la subsistencia en este mundo globalizado de la actual sociedad del conocimiento y el aprendizaje, donde el talento humano es considerado como el principal bien de cualquier organización y donde Venezuela cada año viene decreciendo el número de profesionales bien formados en las distintas carreras existentes; aquí es donde se hace cuesta arriba la recuperación de los índices de calidad educativa y por ende económicas.
El socialismo del siglo XXI busca de manera retrograda, que se respete el pensamiento único como mecanismo de imposición de políticas erradas que tanto daño han causado hasta la fecha, chocando frontalmente con lo que persiguen la mayoría de las casa de estudios mundialmente, como es el pensamiento abierto a todas las corrientes del saber, para no solo favorecer individualmente sino lo que causa más impacto que es el colectivo.
Por tanto se piensa entonces, que la peor problemática que vive Venezuela es de carácter político, donde los actuales jerarcas con ideas trasnochadas y ya vividas en otras regiones como nefastas, pretenden seguir imponiéndolas a manera de guerra ideológica y sin importar la grave situación a que nos han llevado.
Más que nunca debemos mostrar proyectos y/o propuestas de una educación distinta, no solo de inclusión sino de calidad, donde prevalezca el pensamiento crítico, la inteligencia colectiva, la construcción social del conocimiento con las mejores tecnologías y el resurgir de los valores, con docentes de calidad humana formados para darle la verdadera importancia y protagonismo del estudiante en este proceso de cambio.
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